Ésta fué publicada en la revista Maga en su edición 72. Espero que les guste.
Edad Media
Se levantó mucho antes que los primeros
gallos cantaran. En su pequeña aldea ya se podían sentir los primeros
movimientos de vida. Tenía que llegar al
alba a su lugar de trabajo. Salió de su choza hecha de pedazos de madera y
techo de paja a sacar agua del pozo. Al regresar
encendió una vela con los rescoldos del fogón. Se aseó y se puso ropa limpia,
lujo poco probable en su realidad. Luego avivó el fuego y se puso a cocinar un
poco de avena con un chorrito de leche y mucha agua. Busco los restos de la
sopa de lentejas que habían quedado de la cena y puso el recipiente en su bolso junto con unos
trozos de pan para comerlo en el almuerzo. Sabía que no podría regresar en todo
el día y era probable que no llegara a su casa sino mucho después del anochecer.
Apuró la avena y salió de su casita,
cerrando la puerta con un hilito no por
seguridad, ya que no dejaba nada de valor: un colchón de paja, mantas, un par
de ollas, sino porque no quería que la brisa la abriera y la lluvia le mojara
el colchón.
Caminó aproximadamente por media hora.
Saludó a otros trabajadores que ya se habían reunido en el lugar y estaban
esperando el transporte que los llevaría a su destino de trabajo. Nadie hablaba, todos estaban cansados y
tenían sueño todavía. Como él, todos retornaban a sus casas mucho después de
que el sol se hubiera ido y se despertaban mucho antes de que saliera. Esa era
la vida de los siervos en la
Edad Media. Y en
silencio esperaban el Metrobus que los llevaría del siglo X en Pacora a su
trabajo en el pujante siglo XXI como obreros de las modernas construcciones de
Costa del Este en la ciudad de Panamá, primer lugar de
crecimiento económico de América Latina.
Esas revistas las leía mi mamá. Eran algo grandes.
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