viernes, 17 de octubre de 2014

viernes por la tarde

Viernes. Decidida a finalmente limpiar mi casa, apenas llego del trabajo, me cambio. Tomo la escoba y comienzo a barrer el baño. Termino el baño. Voy al cuarto. Mi cama me mira. Yo la miro. La toco. Me acuesto y duermo una siesta. Cuando me despierto es ya de noche. Termino de barrer mi cuarto. Llega mi esposo y se acuesta. Soy solidaria y le ayudo. Le doy un vistazo a Facebook. Chateo con una amiga. Hago planes con un amigo para el brunch del domingo. Veo cosas. El gato trae su ratón de juguete y me invita a jugar. Juego con él. El libro que estoy leyendo me guiña un ojo y yo me dejo enamorar. Ya son las 8 de la noche. Tengo sueño y creo que la casa puede esperar. Mañana, sin falta… igual, todavía los gatos no tienen telarañas en los bigotes.

lunes, 26 de agosto de 2013

con gusto africano

Estuvimos hablando en clase sobre la gran diversidad de culturas que han existido en Africa. Su arte es hermoso. Mis alumnos se inspiraron e hicieron máscaras.





lunes, 29 de julio de 2013

Hierbabuena

Hierbabuena.
Por Mady Miranda de Alvarez
Llegué a casa justo antes del amanecer.  Ví que el balcón estaba sucio y aproveché que la escoba estaba a la mano para limpiar un poco. Al sentir mi presencia el gato se acercó a saludarme. Dejé la escoba a un lado y lo acaricié un poco mientras admirábamos el mar en el tenue resplandor que anunciaba la mañana. Luego  revisé las plantas que tenía en potes.  La albahaca morada, la ruda, la salvia y la sábila estaban muy lindas. La hierbabuena necesitaba poda así que le quité algunas hojas. Las llevé a la cocina, las amarré con un lacito rojo y las colgué para que se secaran. Puse la cafetera a colar mi primer café del día. Volví al balcón para tomar la escoba y guardarla antes de que te despertaras pero llegué muy tarde. La viste llena de rocío de la noche y luz de luna. “Dijiste que aquí en la ciudad no andarías en eso”.   “Lo sé. Pero mi amiga necesitaba mi ayuda y como están las cosas es más seguro viajar así que en el carro”.  Sonreíste, moviste la cabeza desaprobando y fuiste a servirme mi café mientras el sol pintaba de colores las nubes sobre el mar.


Panamá, 8 de junio de 2010



domingo, 28 de julio de 2013

Mis alumnos, mi orgullo


Mis chicos me sorprenden todos los días. Cuando está por terminar el año escolar no veo la hora de escaparme del colegio. Pero después de unos días ya ando tramando proyectos para ellos y ahora mismo, cuando falta una semana para que regresen, estoy ansiosa esperándolos con mucho arte por hacer. Estos son algunos de los proyectos realizados por ellos que más me gustaron el año lectivo pasado. Todos son creativos y talentosos.
Son mi gran orgullo.

                                          Surrealismo
                                     
                                          Pop Art


Antología

Otra creación. Enrique Jaramillo Levi publicó una antología de cuentos escritos por autores inéditos. Me incluyó y estoy feliz. El libro se llama: ¨Los recién llegados¨. Quiero compartir con ustedes otro cuento me me encontré por ahi, escribí y Enrique publicó. Recomiendo que lo compren, mis compañeros de libro también tienen muy buenas historias.

Papel higiénico.


Crecí en una familia de artistas. Mi padre pinta, mis dos hermanos y mi tío. Así pues nadie se sorprendió cuando anuncié que me había ganado una beca para estudiar artes plásticas en Florencia.
Llegué en agosto para comenzar clases en octubre y así tener tiempo de buscar apartamento y conocer la ciudad. Fue fantástico. Podía explorar el Renacimiento todas las tardes y sentía que la ciudad se había quedado varada en el tiempo.
Fue difícil conseguir donde vivir. Todo estaba carísimo. Me agoté buscando hasta que conocí a otros estudiantes extranjeros y fui a parar en un apartamento de 3 recámaras y dos baños ocupado por otros diez chicos. No era lo que buscaba pero era lo único que podía pagar.
Las clases comenzaron y créanme que no fue nada fácil. Me sentía muy deficiente en dibujo anatómico y paisajes. Practicaba, practicaba y practicaba todos los días. Lo hacía más que todo porque mis profesores eran muy exigentes pero también porque trataba de pasar la mayor parte del tiempo fuera de sobrepoblado apartamento. Aunque no estaba tan mal. Mis compañeros eran muy respetuosos con mis cosas y agradecía que nadie se comiera mis biscotti y mis gelattos. Los fines de semana eran divertidos porque me sentía como en una fiesta pero muchas veces necesitaba soledad para gestar mis proyectos y trabajar.
Entre trabajo, parrandas y caos doméstico llegaron las vacaciones de Navidad. La mayoría de los chicos se fueron a pasar las fiestas a otro lado y solamente quedamos otros tres compañeros y yo. Me hubiera gustado tomar mi mochila e irme a pasear por Italia pero tenía  que terminar un proyecto de pintura y dadas mis deficiencias no podía darme el lujo de perder el tiempo por ahora.
Mi proyecto consistía en pintar figuras humanas en el ambiente que yo quisiera. Un hombre y una mujer. Era todo un reto. Me decidí por un paisaje tomando como inspiración “La Tormenta” de Giorgione.  Por supuesto, hice algunos cambios y en lugar de poner un lugar de Grecia, puse un paisaje de Boquete, con el río Caldera y una enorme piedra que fue arrastrada en la última inundación. El hombre y la mujer estaban desnudos,  y tal vez pensaban en la  posibilidad de meterse juntos al agua fría del río. Ambos se miraban desde ambos lados del cuadro.
Como la casa estaba casi vacía me traje mi caballete y mis pinturas. Trabajé día y noche por una semana. Para Noche Buena ya estaba casi listo y vi con satisfacción cómo mis personajes se miraban con picardía, tal vez planeando alguna travesura.
Decidí tomar un descanso y fui a la refrigeradora a comerme el delicioso tiramisú que había comprado el día anterior. Descubrí con gran disgusto que alguien se lo había comido y solo habían dejado las migajas en el plato. Inmediatamente llamé a gritos a mis tres compañeros de casa. Lo negaron a muerte y por supuesto, quedó la duda. Bueno, pensé, es Navidad así que no lo iba a tomar tan a pecho. Fuimos todos a comprar la cena y pasamos una fiesta muy tranquila al calor de la grappa que conseguimos. Guardé mi postre, otro tiramisú, para comerlo en el desayuno con mi café y nos fuimos todos a dormir. Soñé con los personajes de mi cuadro. Estaban vivos y salían del cuadro, se vestían con mi ropa e iban a pasear por la fría ciudad invernal, extrañando tal vez el sol del trópico. Tal vez eso me pasó por abusar de la grappa.
Desperté temprano y abrí los regalos que me dejaron mis amigos y los que me envió mi familia. Luego, mientras hacía el café fui a la refrigeradora por mi delicioso postre. Había sucedido de nuevo. Plato vacío y migajas. Grité a todo pulmón y estallé como el rayo de mi Tormenta. Estaba tan cabreado que decidí ir a la farmacia y comprar un laxante de los que parecen chocolate. Compré otro tiramisú y partí el laxante en pedacitos, esparciéndolo por encima del dulce. Lo puse en la refri. Escondí el papel higiénico de ambos baños en mi cuarto. Y esperé.
A la mañana siguiente fui directamente a la refrigeradora y con alegría vi que el postre había desaparecido también. Esperé para ver la reacción del laxante en el culpable y mientras tanto fui a darle unos retoques a mi cuadro. Descubrí horrorizado que ¡mis personajes se habían movido! La mujer, muerta de risa, llevaba un puñado de hojas y se las ofrecía a una mano masculina que salía de detrás de la enorme piedra arrastrada por el río. 

Panamá, 4 de noviembre de 2012



        

Nuevas Historias

Me parece que fue ayer cuando publiqué mi última entrada. Desde entonces muchas cosas han sido creadas y transformadas. Les presento una de las historias que me encontró en la carretera. Sí, las historias me encuentran a mí y yo no hago más que ponerlas en mi blog para que uds. también se encuentren con ellas.

Ésta fué publicada en la revista Maga en su edición 72. Espero que les guste.

Edad Media

Se levantó mucho antes que los primeros gallos cantaran. En su pequeña aldea ya se podían sentir los primeros movimientos de vida.  Tenía que llegar al alba a su lugar de trabajo. Salió de su choza hecha de pedazos de madera y techo de paja a sacar agua del pozo.  Al regresar encendió una vela con los rescoldos del fogón. Se aseó y se puso ropa limpia, lujo poco probable en su realidad. Luego avivó el fuego y se puso a cocinar un poco de avena con un chorrito de leche y mucha agua. Busco los restos de la sopa de lentejas que habían quedado de la cena y  puso el recipiente en su bolso junto con unos trozos de pan para comerlo en el almuerzo. Sabía que no podría regresar en todo el día y era probable que no llegara a su casa sino mucho después del anochecer. 
Apuró la avena y salió de su casita, cerrando la puerta con un hilito no  por seguridad, ya que no dejaba nada de valor: un colchón de paja, mantas, un par de ollas, sino porque no quería que la brisa la abriera y la lluvia le mojara el colchón.
Caminó aproximadamente por media hora. Saludó a otros trabajadores que ya se habían reunido en el lugar y estaban esperando el transporte que los llevaría a su destino de trabajo.  Nadie hablaba, todos estaban cansados y tenían sueño todavía. Como él, todos retornaban a sus casas mucho después de que el sol se hubiera ido y se despertaban mucho antes de que saliera. Esa era la vida de los siervos en la Edad Media.  Y en silencio esperaban el Metrobus que los llevaría del siglo X en Pacora a su trabajo en el pujante siglo XXI como obreros de las modernas construcciones de Costa del Este en la ciudad de Panamá, primer lugar de crecimiento económico de América Latina. 

Panamá, 30 de octubre, 2012.